La transfusión de sangre es la introducción de sangre o sus componentes de una persona sana (donante) en el torrente sanguíneo de un paciente (receptor) con fines terapéuticos.
Las transfusiones se realizan para aumentar la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre, reponer la pérdida de sangre, mejorar la inmunidad o corregir trastornos en el sistema de coagulación de la sangre. Según la indicación, el médico puede tomar sangre entera o sus componentes para la transfusión. glóbulos rojos, plaquetas, plasma fresco congelado (parte líquida de la sangre sin elementos formes) o leucocitos. Si es posible, no transfunda sangre entera, sino sólo aquellos de sus componentes que sean necesarios para suplir cierto tipo de deficiencia en el paciente. La transfusión de componentes sanguíneos es más segura y menos costosa.
En Rusia, se realizan más de 3 millones de transfusiones de sangre cada año (y en los Estados Unidos, aproximadamente 15 millones). Gracias a los métodos mejorados para examinar la sangre donada, la transfusión ahora es más segura de lo que solía ser. Sin embargo, el receptor puede experimentar reacciones alérgicas y puede permanecer en riesgo de infección. La posibilidad de transmitir el SIDA o la hepatitis a través de una transfusión es muy baja, pero este peligro aún existe, por lo que los médicos prescriben transfusiones de sangre solo cuando no hay una vía alternativa.